Comentario
El largo reinado de Dionís I (1279-1325) representa el apogeo de la casa portuguesa de Borgoña. Su política de reforzamiento regio, común a otros reinos, y el ascenso de las burguesías comerciales atlánticas condujeron al enfrentamiento del rey con el alto clero portugués, secularmente poderoso, y con la alta nobleza. Para consolidar su autoridad, Dionís I llevó a cabo una serie de encuestas (Inquiriçoes) con el fin de conocer mejor el funcionamiento del aparato administrativo y delimitar sus derechos frente a la nobleza. También logró imponer la autoridad real como última instancia de apelación y reforzar la jurisdicción real respecto al alto clero en el Concordato de 1289. Para ejecutar esta política autoritaria contó con el apoyo del estado llano y de la incipiente burguesía, beneficiarias de una eficaz política económica de protección e impulso de las ferias, la minería, la agricultura y el comercio en el Atlántico. Los mercaderes portugueses se asentaron en Flandes, Francia e Inglaterra.
En política exterior, Dionís I afianzó la independencia portuguesa respecto a Castilla logrando el nombramiento de un maestre portugués de la Orden de Santiago, fundando una universidad propia en Lisboa ajena a la tutela de Salamanca y creando una orden portuguesa, la Orden de Cristo, tras la disolución del Temple (1314). Desde 1295 intervino en la crisis castellana apoyando a Jaime II de Aragón y los infantes de la Cerda, pero quedó al margen tras lograr de María de Molina la resolución al conflicto fronterizo de los Algarves en el tratado de Alcañices (1297). Desde 1321 el heredero Alfonso se sublevó al frente de parte de la nobleza, lo que dividió al reino hasta la muerte de Dionís I en 1325.
Alfonso IV (1325-1357) consolidó la política autoritaria de su padre fortaleciendo la justicia como germen de las futuras instituciones judiciales (Juizes da fora, corregedores, desembargadores do Paço, etc.). En el exterior apoyó las intrigas nobiliarias de don Juan Manuel, cuya hija casó con el heredero Pedro para contrarrestar la política antiseñorial de Alfonso XI. Superada esta crisis en 1338, Alfonso IV fue un eficaz colaborador de Alfonso XI durante la campaña del Salado (1340), en la que participó personalmente. Después tuvo que hacer frente a una compleja lucha contra las facciones nobiliarias, especialmente desde 1345, cuando se repitió lo ocurrido en 1321. En esta fecha, su hijo Pedro se rebeló con respaldo del linaje castellano de los Castro, provocando una nueva guerra civil que sólo terminó al morir Alfonso IV (1357).